lunes, 21 de noviembre de 2011

TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA de Mario Vargas LLosa (Ni sé qué capítulo ya)


...

Cuando, un rato después, intenté que se pusiera de pie, le tembraron las piernas y se dejó caer en la silla, exhausta. Hice que un camarero de Le Procope trajera un taxi del paradero de la esquina de Saint Germain hasta la puerta del restaurante y que me ayudara a sacarla a la calle. La llevamos entre los dos, alzada en peso de la cintura. Cuando me oyó decirle al taxi que nos condujera al hospital más cercano -"¿el Hotel Dieu, en la Cité, no?"- se me prendió con desesperación: "No, no, a un hospital de ninguna manera, no, no", Me vi obligado a rectificar y pedirle al taxista que nos llevara más bien a la rue Joseph Granier. En el trayecto hasta mi casa - la tenía apoyada en mi hombro- volvió a perder el sentido por unos segundos. Su cuerpo se ablandó y se chorreó en el asiento. Al enderezarla, sentí todos los huesecillos de su espalda. En la puerta del edificio art déco, llamé por el intercomunicador a Simon y Elena, a pedirles que bajaran para ayudarme.
La subimos entre los tres a mi departamento y la acostamos en mi cama. Mis amigos no me preguntaron nada, pero miraban a la niña mala con una curiosidad voraz, como a un resucitado. Elena le prestó un camisón y le tomó la temperatura y la presión arterial. No tenía fiebre, pero su presión estaba bajísima. Cuando recuperó del todo el conocimiento, Elena le hizo beber a sorbos una taza de té hirbiendo, con dos pastillas que, le dijo, eran simples reconstituyentes. Al despedirse, me aseguró que no veía ningún peligro inminente, pero que si, en el curso de la noche, se sentía mal, la despertara. Ella misma llamaría al Hospital Cochin para que enviaran una ambulancia. En vista de esos desvanecimientos, era indispensable un examen médico completo. Ella lo arreglaría todo, pero tomaría por lo menos un par de días.
Cuando regresé al dormitorio, la enconté con los ojos muy abiertos.
-Debes estar maldiciendo la hora en que me contestaste el teléfono -dijo-. Sólo he venido a crearte problemas.

-Desde que te conozco, no has hecho más que crearme problemas. Es mi destino. Y no hay nada que hacer contra el destino. Mira, aquí tienes, por si la necesitas. Es la tuya. Eso sí, me la devuelves.
Y saqué del velador la escobilla de Guerlain. La examinó, divertida.
-¿O sea que la sigues guardando? Es la segunda galantería de la noche. Qué lujo. ¿Dónde vas a dormir tú, se puede saber?
-El sofá de la salita es un sofá cama, así que no te hagas ilusiones. No hay la menor posibilidad de que duerma contigo.
Se rió otra vez. Pero ese pequeño esfuerzo la fatigó y, encogiéndose bajo las sábanas, cerró los ojos. La abrigué con las frazadas y le puse también mi bata de levantar, a los pies. Fui a lavarme los dientes, a ponerme el piyama y a estirar el sofá cama de la salita. Cuando volví al dormitorio, ella dormía, respirando con normalidad. El resplandor de la calle que se filtraba por la claraboya iluminaba su cara: siempre muy pálida, con la nariz afilada y, entre sus cabellos, asomaban sus lindas orejitas. Tenía la boca entreabierta, le palpitaban las aletas de la nariz y su expresión era lánguida, de total abandono. Al rozarle los cabellos con mis labios sentí en mi cara su aliento. Me fui a acostar. Casi de inmediato caí dormido, pero me desperté un par de veces en la noche y las dos me levanté en puntas de pie para ir a verla. Dormía, respirando parejo. Tenía la piel de la cara muy estirada y resaltaban sus huesos. Con la respiración, su pecho subía y bajaba las frazadas, ligeramente. Estuve adivinando su pequeño corazón, imaginando cómo palpitaba cansado.

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*Ahora ya me está gustando.
Es como si los personajes se volvieran más tiernos.
Seguiré leyendo hasta donde pueda, pero si puedo quiero llegar hasta el final.

1 comentario:

  1. Llegarás Comu, cómo todo lo que realmente nos encanta no es lo que nos sorprende a primera vista si no lo que vamos descubriendo poco a poco.
    Verás que al terminarlo echarás de menos a los personajes.
    Un abrazo y ánimo que querer es poder.

    Cecy

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